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Spa (2)




 La cara más safari del balneario la ponen las hordas de jubilados que invaden el alojamiento como el mejillón-tigre el delta del Ebro, y merodean por el buffet como los cocodrilos el río Mara en la época de la gran migración anual de los ñus. Atemoriza pensar que esa ancianita menuda va a dar cuenta de una pila de ocho tostadas que vigila celosa, pinza en ristre, como el buitre que espanta a los marabús de la carroña. O contemplar a ese señor claramente sobrepesado que ramonea entre las bandejas, despreciando cualquier traza de alimento verde o ligero con la cara de asco de una hiena  que deja para los coprófagos los restos podridos de la carcasa de cebra. O la trifulca de los yayos de gorra de cuadros ante las últimas rebanadas de redondo de ternera.  Las paradas nupciales de las jubiladas de Leganés en la noche del bingo. El espectáculo, en fin, del instinto animal en todo su esplendor.  
   La naturaleza, ya lo dijo Humboldt, imita al National Geographic.



© foto:  Brooklyn Museum Archives, Goodyear Archival Collection

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Spa (1)



Pocas sensaciones tan placenteras como sumergirse en el agua  de una gran piscina, entre el vaho mineralizado, y correr hacia  los chorros, a los jacuzzis vacíos y a las camas de burbujas acariciando  una media hora larga de pensamientos a la fuga, vaivenes lacios y sensaciones tibias.
  O pasar media hora envuelto en barro y plástico, como una enchilada de mole poblano, notando como se enfría y se cuartea sobre la piel, dejando vagar la mente de lo intrascendente a lo innecesario.
  Claro que nada mejor que lo que viene después, con la luz atenuada, los aceites de almendra y las manos sabias de una masajista.

  Todo lo bueno se acaba pero..¡esto sí que es un regalo de cumpleaños! 


© foto:  Brooklyn Museum Archives, Goodyear Archival Collection

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