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Barcelona y yo



      Tenía pendiente hace tiempo escribir sobre Barcelona. Mejor dicho, sobre Barcelona y yo. Me encanta esa ciudad. Aunque la conozco peor de lo que me gustaría, tengo debilidad por ella. A diferencia de otros lugares de los que sólo me enamoré tras conocerlos --como Nueva York, Vergara, Antigua o Avilés--, Barcelona me atrajo antes, mucho antes, de poner un pie en sus calles. Una atracción que nació de las letras, porque Barcelona ocupó, de la mano de Gaudí, Marsé, de Mendoza o de Serrat, un lugar de honor en mi geografía literaria.

Mi fascinación por Gaudí, más propia de un japonés que de un madrileño de dos generaciones, arrancó antes de la adolescencia. No recuerdo cuánta insistencia debí desplegar para convencer a mi padre, anticatalán hasta las cachas, para que nos desviáramos a conocer el Parque Güell en un viaje hacia la Costa Brava. De lo que me acuerdo perfectamente es que esa fascinación, muy mitigada hoy, brotó de nuevo al visitar la Pedrera, un laberinto de curvas y molduras del que brotaba una magia como no conocía entonces en ningún otro edificio. En los años siguientes, contraté los servicios de guía del Pijoaparte, de Onofre Bouvila, de la Colometa afincada en la Plaça del Diamant, del protagonista sin nombre de El Laberinto de las Aceitunas, del joven burgés Goytisolo de Coto vedado, del más joven y más proletario Terenci que iluminaba sus noches de barrio con besos de Peter Pan, del gallego Carvalho y su torpe mano derecha Biscúter. La lista sería larga, pero un solo nombre los resume todos: Juan Marsé y sus héroes de barrio, vencidos en la Guerra Civil pero jamás derrotados. La plaza Lesseps, el Carmelo, la ronda del Guinardó, el viejo cine Roxy, o incluso las incursiones por el territorio comanche de los barrios altos de Pedralbes a la caza de Monstses o Teresas.

      Me enamoré por tanto, de una Barcelona que no existía ya hacía tiempo, pero me las arreglé para la que la realmente existente no me defraudara cuando, años después, pude patearla a conciencia. Una ciudad con mar, de arroces sabrosos en la Barceloneta, y montes frondosos entre los que se esconde un teatro griego. De un Raval de mil idiomas y mil olores, que combate la degradación con una vida callejera que parece negar las cercanas Ramblas. Me encandiló el Gótico en aquel Corpus que pude explorarlo, florido y vital, tras la pista de un huevo que bailaba en las fuentes. Los arcos inacabables de las Drassanes. La geometría implacable del Eixample de Cerdá. Las maravillas de la colección Thysse en el inverosimil monasterio de Pedralbes o las de Cambó en el MNAC. Los restos de la que fue ciudad de los prodigios en las riberas de la plaza de España. El sorprendente parque de la Ciutadella, con un zoológico fuera del tiempo que, muerto Copito de Nieve, restan pocas excusas para visitar. Las Ramblas, claro, plagadas de escaparates con camisetas del Barça y hombres-estatua que que, sin pretenderlo, devuelven con sus purpurinas la humanidad a un Colón demasiado endiosado como para descubrir el nuevo mundo que florece a sus pies. El descubrimiento en un recodo de las arcadas de la Plaça Reial. La Diagonal, claro, que anuncia el sobrecogimiento que deben producir las grandes avenidas americanas, de Mayo a Insurgentes. Hasta los rascacielos de la Villa Olímpica, o el de Les Glories aún en construcción me gustan, en una ciudad cercada de montañas que nos permiten capturarla, si nos trepamos un poco, de un sólo golpe de vista.


      La Barcelona de hoy, una ciudad en la que sí hay urbanismo, donde las motos pueden circular sin temor a los taxistas, con paseos anchos, grandes plazas, tranvías, restaurantes de todos los sabores, tiendas de un lujo ofensivo y gentes que hacen cola ante los restaurantes de moda --pero ¿es qué no han oido aquí hablar de las reservas?-- sigue encantándome cada vez que la visito. Un amigo gringo me facilitó una guía casera de restaurantes que nunca olvido, y con la cual he descubierto lugares de tanto sabor --en más de un sentido-- como Can Lluis. Sólo me falta, y es un grave deficit, encontrar a alguien que me acompañe por esa Barcelona que no sale en mis libros ni en las guías Alguien que me preste su Barcelona, como yo he prestado a veces mi Madrid a los amigos que venían a visitarnos.

      Mientras tanto. seguiré tarareando con el Nano aquello de:

Mil perfums i mil colors.

Mil cares té Barcelona.
La que en Cerdà somnià,
la que va esguerrar en Porcioles,

la que devoren les rates,
la que volen els coloms,
la que es remulla a la platja,
la que s'enfila als turons...






3 opinan

  • Llegué a tu blog por casualidad, y me gustó lo q decías d mi ciudad. Yo ahora no vivo en Barcelona; pero me consta q no lo está pasando -la pobre- demasiado bien. Sin embago, t quiero agradecer lo q dices d ella... y la simpática admiración q t produjo perderse por sus calles. Entiendo lo q es perderse por una ciudad q t gusta y no es la tuya, y q t acoge... porque a mi me pasa en Madrid.
    Repito... muchas gracias. Ten por seguro q esta ciudad t espera d nuevo!

    Blogger ferran a las 8:58 p. m.       
  • Llegué a tu blog por casualidad, y me gustó lo q decías d mi ciudad. Yo ahora no vivo en Barcelona; pero me consta q no lo está pasando -la pobre- demasiado bien. Sin embago, t quiero agradecer lo q dices d ella... y la simpática admiración q t produjo perderse por sus calles. Entiendo lo q es perderse por una ciudad q t gusta y no es la tuya, y q t acoge... porque a mi me pasa en Madrid.
    Repito... muchas gracias. Ten por seguro q esta ciudad t espera d nuevo!

    Blogger ferran a las 8:58 p. m.       
  • Hola querido Barcelonauta!
    No te puedes imaginar lo mucho que me ha gustado tu descripción de mi amada Barcelona. Es genial, documentada por personas estupendas como las citadas y corroborada por tus visitas.
    Comparto tu admiración, pero para mí es fácil ya que he nacido aquí.
    Soy totalmente urbana, la he visto crecer, transformarse, degradarse pero la amo y siempre le seré fiel.
    Por encima de intereses políticos que fomentan rivalidades absurdas, está el reconocimiento de querer sin más a una ciudad, a su gente y a su historia.
    Un saludo cariñoso y cordial.
    LOLA (email xaloc8@hotmail.com)

    Anonymous Anónimo a las 2:47 a. m.       

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