Acabo de recuperar mi clase semanal de yoga con Herr Isquiones, un maestro en la mejor acepción de la palabra. Claro que, dadas las circunstancias, seguimos sus instrucciones a través de videoconferencia. Así que venga
tadasana, y
Adho Mukha Svanasana, y
Virabhadrasana para arriba, y para abajo, hasta que acabamos sudando como pollos y relajados como bebés.
¿Pero saben lo que echo de menos?
Ese asqueroso y penetrante olor a incienso, al que la señora Hache llama "anangarranga".
¡Qué cosas! ¿verdad?
© foto:
No hay comentarios:
Publicar un comentario