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Aprovechados



     En la vida humana, como en la naturaleza, el error cumple funciones importantes. Sin él no existiría buena parte del aprendizaje práctico, el llamado método prueba-error. Aprendemos de nuestros errores más que de nuestros aciertos. Incluso el error azaroso nos recuerda que tenemos menos control sobre nuestra vida de lo que nos gusta creer. Además, estamos aquí en buena parte gracias al error de un asteroide que se cepilló a los dinosaurios, dejando hueco para que esos ridículos mamíferos medraran.
     Me agrada pensar, no obstante, que el flujo de los errores es finalmente un juego de suma cero, en la que se gana a largo plazo lo mismo que se ha perdido. Hoy extravío un billete, pero dentro de un tiempo encontraré otro. El árbitro pita un penalti injusto pero la próxima temporada  perjudicará por error a los que antes favoreció. El fallo de un médico tal vez cueste una vida,  pero a veces son sus errores los que las salvan.
Un extraño me hace sin querer un favor que nunca le devolveré pero alguien, tal vez Dios, se lo pagará.

     Pero sé que es una visión ingenua. En realidad, existen gentes que jamás cometen errores, o cuando lo hacen es sistemáticamente a su favor. Se han especializado en evitar el error, a lo que dedican grandes energías. Incluso buscan provocar nuestras equivocaciones. Así, sacan provecho de nuestros errores tanto como de los suyos. Son la raza de los aprovechados. Los bancos, sin ir más lejos.

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