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Terminología


      Voy a cerrar este chiringuito, al menos por una temporada. Como es habitual que los habituales se preocupen sinceramente, o disfracen esa sentida preocupación de malsana curiosidad, les diré que no pasa nada, sólo cansancio y el llamado de otros proyectos.
      Como me conozco, no les aseguro que no vuelva a darles la tabarra, aunque espero tardar  en hacerlo. Ya saben que ha sido un placer y tal y pascual.
      Por si se les ocurre echarme de menos, aquí van un puñado de bitácoras que nunca llegaron a estar en la selecta --y denostada-- sección de enlaces de estas Ideas Brillantes, pero que me han proporcionado horas (¡tantas!) de buena lectura y calor humano. Por orden alfabético:


Paisajes exóticos a vista de pájaro en A vuelapluma
Pensamientos dispersos y risas concentradas en Comentaristas dispersas
Allá dónde se entremezclan ensoñaciones, sueños y vigilias: Duermevela.
Auténtica prosa de escritor embotellada en El frasco del odio
Carcajadas garantizadas (con retrogusto) en El ojo de la cerradura
Sería feliz si pudiera seguir el ritmo de Esto no es un blog
Debajo de la Garota está la playa: From lost to the river
Nadie conjuga mejor el Futuro Perfecto
Miña terra galega a través de los ojos de Gradicela
Un agujero con vistas a África en Harresian Zulo
No duden en embarcarse en La Hispaniola
Las cinco líneas bruñidas de Katrin bajo la lluvia
Chispas, resplandores, relámpagos y brasa de chimenea en Luces
La cotidianidad vista con ojos de pez y anotada en Post-it
Aunque escribe menos que el negro de Ana Rosa, siempre Sin que sirva de precedente.
Y por último, pero no en último lugar, conviene apuntarse a las actividades lúdicas y los combates políticos  de la Sociedad Pajaril la Aurora.


Otros no están, porque han cerrado (Fabuloso Ike), o porque gustan del recogimiento o la discreción . Ellos saben quien son.

A todos, estén o no en las listas, chao, pescaos.


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Pecios (3)



Porque entre el lunes y el martes
me sobra tiempo para necesitarte.
Porque me miento si digo
que tu mirada no fue mi mejor testigo
Porque aunque  ya no me duelas
a veces busco  tu nombre en mi chistera.
Porque aún no vino el olvido
para llevarse el último de tus abrigos.


Por los besos que aún nos quedan en la boca,
Por los miles de homenajes que nos dimos,
Por nadar y no guardar nunca la ropa,
Por los dedos juguetones del destino,
Porque fuimos lo que fuimos.


Porque fuimos lo que fuimos.

Porque puesto a confesarte,
aun le tengo miedo a tenerte delante.
Porque en cuanto me descuido
me atropella  un recuerdo en el pasillo.
Porque no puedo negarte
que te quise sin querer y más que a nadie.
Porque mi doctor previno
que para este corazón estás prohibido.


Por los besos que aún nos quedan en la boca,
Por los miles de homenajes que nos dimos,
Por nadar y no guardar nunca la ropa,
Por los dedos juguetones del destino,
Porque fuimos lo que fuimos.


Porque fuimos lo que fuimos.


        Letra: Raquel y Nuria Díaz (Maldeamores)

        Música: Jorge Drexler

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Ocurrencias









Leo a Ángel Gabilondo-- "Me aterran los ocurrentes, aquellos que convierten sus ocurrencias en pensamientos"--  y no puedo evitar el escalofrío de darme por aludido.


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Poetas anónimos





Ella:          Me llamo Eme, y soy poeta.
Todos:      Hola, Eme, te queremos.
Ella:          Llevo tres años sin probar un verso.
Todos:      Bien. Bravo por ti. (Aplausos)


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La frase del mes





Una vez más, se vio hipnotizado por el espejo del baño, inmerso en la cuestión de cómo un mismo ser humano podía parecer tan calvo y a la vez tan despeinado.


                                                                    
Martin Amis

©   ilustración:  Thomas Aschenbach



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El misterio del cobrador de tranvía



      En uno de los portales de la plaza de Tetuán de Barcelona,  haciendo chaflán sobre Bailén, un arco cierra y corona el portal de un edificio cuyo estilo no me atrevería a definir,  aunque se intuyen resabios modernistas. Lo que me llamó la atención, sin embargo, es este personaje que asoma desde una de las ménsulas que sostiene el arco, apenas un metro sobre la cabeza de los viandantes.
     No es habitual este tipo de figuras, salientes y de busto entero, y menos en pose de saludar al espectador. Al otro lado del arco, para acentuar el contraste, una especie de pato o tal vez pelícano con el pico superior roto. Para colmo, no es una figura heroica ni de corte clásico, un émulo de Alejandro, una gorgona flamígera o un simpàtico dragón. Más bien parece --patilludo, con gafas y emergiendo de un lecho de flores--un honrado cobrador de tranvía.


   Siempre hay un misterio a la vuelta de la esquina.  Basta tener los ojos abiertos. Lástima  no haber tenido tiempo de indagar más.

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Tontos

  









Cuando tengo ocasión de conocer a alguien que me parece tonto --  confieso que  me ocurre-- y  me irrito, o pierdo la paciencia o me aburro soberanamente, no puedo evitar pensar qué les pasará por la cabeza --si se  sorprenderán, enfadarán o bostezarán-- a quienes, siendo más listos que yo, me encuentran tonto.






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Jamal Zougam

  Un alarmante reportaje en El Mundo cuenta la historia de los cinco primeros detenidos tras el Once de Marzo: cuatro de ellos fueron liberados unas semanas (sic): dos ciudadanos indios en abril, y dos marroquíes en junio,  sin cargos. Se les acusaba de haber vendido los teléfonos y las tarjetas que sirvieron --supuestamente-- para activar las bombas. Claro que --caso de que lo hicieran, que no está claro-- vender teléfonos o tarjetas (o furgonetas, periódicos o mapas de Madrid), no es delito, se usen para lo que se usen.
   El quinto era Jamal Zougam, un marroquí de 32 años al que según parece la policía tenía fichado desde antiguo. Era, por así decirlo, un sospechoso habitual. Sin embargo, se le imputa de nuevo como propietario de un locutorio donde se habrían vendido una tarjeta  para móvil a los terroristas. Ademas de eso, es reconocido en el lugar de los atentados por tres testigos.
    Aquí viene lo estremecedor. Según revela El Mundo -- y afirma haber manejado el sumario, parte del cual hace meses que ya no es secreto-- el reconocimiento de Zugam en tres ruedas distintas es la prueba principal que pesa contra él. Pero de esos tres reconocimientos, dos eran incompatibles (le ubicaban a la vez en dos sitios distintos), pero en lugar de descartar ambos --como mandaría la lógica-- la polícía optó por prescindir sólo de aquel que era incompatible con los otros dos restantes: así, le quedaban en pie dos reconocimientos, en vez de uno sólo. Ah, y un trozo de carcasa de plástico de un movil, que, como dijo alguno, era como los garbanzos de Pulgarcito.  Las condiciones en que se realizaron las ruedas tampoco fueron, a lo que parece,  suficientemente rigurosas. En una de ellas, según parece, Zougam era el único con trazas de "moro".
       Cuando comento esta lectura con unos amigos, todos me insisten en la falta de credibilidad del medio en el que lo leí.  Intoxican, me dicen. Es verdad que de vez en cuando vuelven a insistir en la complicidad de ETA en los atentados. Pero son afirmaciones graves, y comprobables y no encuentro mentís oficiales por ninguna parte.  Así pues hay que imaginar que, si Zougam es la única persona que será juzgada como autor material de los atentados, el juez debe de tener alguna prueba más, que conste en las partes no publicadas del sumario.

       Sin embargo, me da que pensar que Zougam no desapareciera de su domicilio --como sí hicieron los terroristas muertos en Leganés--, pese a saberse más que fichado, y que fuera arrestado el el  locutorio de la calle Tribulete.
       En general, me inclino a pensar que la gente --y más en materias graves-- hace bien su trabajo, y que ningún juez imputaría a nadie de delitos tan graves sobre la base de indicios tan endebles. Pero la experiencia y algunos amigos en el foro me dicen que no me asombre de según que cosas.
       Así que, la verdad, me inquieta mucho que se procese a la gente sin las debidas garantías. Sean o no inocentes. Los defienda o no El Mundo.




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Familiaridades











Los demográfos suelen hablar de familia nuclear.
En mi caso, prefiero hablar de familia atómica.

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Sin ánimo de ofender



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Dudas




















¿Alguien sabe si nieva en alta mar?

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Pionero


De un país lejano, hace más de tres décadas, mi padre nos trajo unas mochilas para llevar los libros y cuadernos escolares.  Capaces, de tiras anchas, con cremallera larga, de  resistente tejido sintético y colores fosforencentes: amarillo y naranja, como los chalecos reflectantes.  Nunca se había visto nada igual en mi barrio. Las llevamos al colegio con la ilusión de estrenar, y la fascinación de lo
extranjero, cuando los mercados no eran uno sólo y España ni siquiera soñaba con ser un país rico. Seguros de que daríamos la campanada, y los compañeros se morirían de envidia.

    Más bien se murieron de la risa.  Aferrados a sus carteras escolares de asas reforzadas, semejante invento les parecía ridículo. Y lo dijeron. Alto y claro, como saben hacerlo los niños.
    Por alguna razón --no sólo por la comodidad, más bien por lealtades y orgullos-- seguimos llevándolas hasta que se cayeron a tiras. Algún otro compañero --algún otro padre viajero--  empezó a llevar la suya.
   Muchos años después, cuando casi ningún escolar carga ya con una cartera, sigo usando mochila para llevar mis cosas. Y recuerdo oir a una conocida que, tras una estancia en una universidad gringa, reconocía sorprendida:
--Es muy cómodo. Ahora entiendo por qué la usas.


   Yo he sentido el vértigo del pionero. Créanme, no se lo deseo a nadie. Créanme, daría lo que fuera por repetir.

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