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Mercantilización


    Algún genio del marketing ha decidido que a los viajeros, pasajeros o hasta usuarios del metro de Madrid había que tratarnos con más deferencia. No, no es que vayan a bajar el precio del inexistente metrobús: siete céntimos de ahorro en cada billete de un euro. Supongo que ésto es en lo que piensan Aguirre y Gallardón cuando se habla del 0,7%; vamos, más cerca de 0 que de 7.
    No, el detalle es que desde hace un tiempo se dirigen a nosotros --desde la megafonía y paneles, e imagino que en la literatura interna de la empresa-- como "señores clientes". Personalmente, prefería cuando era pasajero, o incluso viajero (como sigo siendo en Renfe).
    Pero son los tiempos de hegemonía del mercado que corren. Imagino que a no tardar los profesores acabaran llamando clientes a sus alumnos, los médicos a sus pacientes y hasta, sí, hasta los funcionarios de prisiones a los reclusos (o internos, otro cojonudo eufemismo).
    Ya les digo, son los tiempos que corren.
    Pero a mí me tienen hasta los cojones los putos tiempos.

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Un Harry Potter en Terramar


    Desde que leí el primer Harry Potter (esos que tanto le gustan a Peke), me extrañó que nadie sacara a colación el (para mí) evidente parentesco de la historia del niño en la escuela de magia con uno de los clásicos de una clásica de la ciencia-ficción (un vicio de juventud casi abandonado): Un mago en Terramar de Ursula K. Le Guin.
    El "parentesco" (no he dicho plagio) es tan evidente --y mucho mayor que otros en la larga lista de semejanzas e influencias-- que pensé que seguramente alguien lo habría descubierto antes, y en efecto así era. De hecho, pensé que el silencio de los interesados (los herederos de la LeGuin) debía obedecer a un pacto entre caballeros que les comprometiera a la discreción a cambio de alguna migaja de los descomunales beneficios de la Rowling. Se han visto en los tribunales acusaciones de plagio mucho más disparatadas (como la que recibió Javier Cercas por plagiar la vida misma) y por migajas mucho más insignificantes. Las que puede dejar caer el enorme pastel de la Rowling lo mismo equivalen más sabroso de los royalties generados por la autora de La mano izquierda de la oscuridad.
    El otro día, salió el tema en una deliciosa sobremesa entre amigos, y me propuse indagar algo más.
    Y resulta que la propia LeGuin (que aún vive) ha hecho alguna declaración al respecto. No se considera "despojada" por la Rowling, pero sí tiene algo que decir:

Rowling "podría haberse mostrado más gentil con sus predecesores. Lo que me resulta increíble es que algunos críticos destacaran la maravillosa originalidad del primero de sus libros. Tiene muchas virtudes, pero la originalidad no es una de ellos. Eso fastidia."


Llámenme suspicaz, pero para mí que ésto no hace más que avalar mi teoría.


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Sebastianadas


    Algunas propuestas para el plan de Ahorro de Sebastián.


  • Fabricación de todos los envases de fluidos de cierta densidad (champú, lavavajillas, ketchup) con el tapón en el fondo, para evitar el despilfarro de las últimas gotas.
  • Farolas con interruptor (un clásico, ya propuesto hace años por Txomín Barullo).
  • Zapatos con muelles, para una zancada más eficiente.
  • Pañales con dos caras, de doble uso.
  • Cartuchos de impresora sin tinta: así ahorrará a la vez tinta y papel.


     Como dijo el otro: eres más tonto que Sebastián, que le puso a su coche unas ruedas que no existían.
© foto: Micky C

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Susanez


    (Susanita, adulta, ante el contenedor de reciclaje de vidrios, con cara de enfado).
    -- La naturaleza, la naturaleza ¡Anda que no da guerra la naturaleza! Todo lo que hacemos por ella...¡Y qué demontres hace la naturaleza por nosotros!
© viñeta: Quino

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Museo del recuerdo (2)


    Como esta extraña sala atiborrada de señales engendradas en los sueños de cualquier semiólogo burlón.
    El artista se llama Jerome Considerant. Merece la pena echarle una ojeada.

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Propiedad intelectual


    A ver. Lo voy a decir alto y claro por si alguien no lo entiende: la propiedad intelectual es un concepto borroso. Las ideas realmente no son de nadie, o al menos muy pocas de ellas nacen de la nada. Los inventos son fruto del talento social acumulado, y los inventores (que Edison me perdone), meros intérpretes de ese talento. Las novelas en realidad ya están todas escritas, y nada de lo que haga un escritor es, como dijo aquel, otra cosa que tradición o plagio. Las patentes y el copyright son meros intentos de poner puertas al campo.
    Pero, ya puestos, igualmente dudoso me parece ponerle puertas al campo-campo. Vamos, que sinceramente igual de borrosa me parece la propiedad raíz: la acumulación de riqueza rara vez se justifica si no es por la expropiación o la explotación del trabajo ajeno. Los tipos de interés son el beneficio que los bancos sacan de prestarme tu dinero (y a ti el mío). El margen comercial nace de la jugada de ventaja de quien compra barato para vender caro. La frontera entre la especulación y la inversión no es que sea fina: es que la definen los que se benefician de ambas, según sople el aire. El dinero, abandonado a su suerte sobre un campo o una fábrica no produce más que detritus de papel. El valor añadido sólo nace del trabajo de alguien, que no es normalmente quien se lo lleva. El mayor delito no es robar un banco, sino fundarlo (Brecht dixit).
    Pero resulta que hemos descubierto que la propiedad privada y los mercados son los mecanismos menos eficientes que conocemos de asignación de los recursos (con excepción de todos los demás, que diría Churchill). Y estoy de acuerdo, así que trago con los márgenes comerciales, los beneficioes empresariales y los intereses bancarios. Ahora bien, si la propiedad (real) no es un robo ¿por qué ha de serlo la intelectual, que contribuye a alegrarnos la vida?
    Así pues, me parece fatal que los nietos de Ramoncín vivan ad aeternum de las versiones de Nirvana que hizo su padre (si es que tal milagro fuera posible). Es sumamente beneficioso para la sociedad que las patentes y los derechos de autor tengan plazos de caducidad (50 años tras la muerte del creador, en España). Pero me parece igualmente necesario que los nietos de Botín o las Koplovitz se tengan que ganar la vida, al margen de lo que hicieran por ellos sus abuelos.
     En nigún libro de teoría económica está escrito (o no debería estarlo) que la herencia a más de dos generaciones vista forme parte de los incentivos necesarios para que la economía rule. Así que limitemos la herencia (de los palacios, los yates, las fincas) igual que lo hacemos con las ideas: ¿50 años? No, venga, 70 años tras la muerte del acumulador primitivo. Y luego que todo vuelva a la bolsa común: para que se reparta de nuevo el mazo, que rulen los incentivos y el mundo siga girando.
    Que viene a ser más o menos lo que sugería el tío Carlos (buscar por "herencia"). O, de otra forma, el tío Pedro-Pepe: si la propiedad es un robo, que prescriba, como todos los delitos.
    Así nos quedaríamos con el chalet de Ramoncín, que seguro que mola más que sus canciones.

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Precisión


    Dicen en el telediario que la cifra de desempleo "se acerca a los cuatro millones trescientos mil parados".
    Si se acerca un poco más, se pasa.

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