<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d6937146\x26blogName\x3dIdeas+brillantes\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://ideasbrillantes.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://ideasbrillantes.blogspot.com/\x26vt\x3d-7417641204195255112', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

Potencias del alma (III): voluntad





Una vieja frase de Antonio Gramsci solía caracterizar a los comunistas como paladines del pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad.
    El voluntarismo  era una marca de fábrica del leninismo bolchevique ( del bochevismo leninista, no sé que va antes). Luego Stalin se rencargó de reducirlo al absurdo. O a la barbarie, para ser más precisos.

  Con todo, cualquiera que lea Koba el Temible, de Martin Amis, se dará cuenta de que no se puede culpar a Stalin y exculpar a Lenin. Pero a mi lo que de verdad me da coraje es el optimismo de tantas buenas gentes  --conocí a muchas-- que, convencidas de que había llegado la hora de hacer un mundo más justo,  se vieron convertidas en cómplices de semejante banda de asesinos. Pagaron muy cara su lucha y ahora deben purgar una vergüenza de la que apenas son responsables.

  A veces no sé si lamento más el haber nacido  a tiempo para despertar al pesimismo o demasiado tarde para compartir el optimismo.

Estereochiste

Los estereotipos --especialmente sobre los caracteres nacionales-- son un truño, pero a veces hacen buenos chistes. Como este:

En el cielo, los cocineros son franceses;
los mecánicos, alemanes;
los policías, británicos;
los amantes son italianos,
y de la organización se encargan los suizos.

En el infierno, en cambio, los cocineros son británicos
los franceses, mecánicos;
los amantes son suizos;
los policías, alemanes
y todo está organizado por italianos.




A veces no sabe uno donde empieza la risa y donde acaba la premonición.

Roma





Hay tres o cuatro cosas que me gustan mucho de Roma. No me refiero a eso que los italianos llaman tomar un café, y en realidad parece una cronometrada a ver quien pasa por caja --lo scontrino, prego--, barra, trago y puerta en el menor tiempo. Tampoco, aunque me encantan, las tascas donde la pasta se pide por el nombre de la salsa --anotad: Enzo, en el Trastevere. Me gusta sobre todo cómo se mezclan, a la vuelta de cualquier esquina, la ciudad monumental --¡qué dimensiones pasmosas las de la Roma de Augusto!-- y la ciudad viva.
   Este partidillo dominical, por ejemplo, de unos latinoamericanos. Con los de rojo jugaba de 7 un hombre de porte atildado que desconfiaba del barro, pero no dudó en lanzarse al suelo en una entrada para salvar una internada por la banda. Me quedé un rato viéndolos, al grato calorcillo del sol de mediodía. Lo que hace distinta esta escena, tan cotidiana, es que ese muro blanco que se ve al fondo, a no más de cien metros, es el anfiteatro Flavio. También conocido como el Coliseo.

Compromisos

Hace no mucho fui a ver una función de teatro en la que actúa una amiga. No me ha gustado gran cosa, la verdad, y siempre que me ocurre  eso paso un mal trago.  Me encanta ver material inédito, pero cada vez que me pasan un borrador para que lo lea,  cruzo los dedos rogando que me guste. Igual que las raras veces que me invitan al estreno de un corto, o a una exposición. Como no me relaciono con profesionales de los mundillos creativos,  mis amigos suele ser aficionados que dan sus primeros pasos con algunos años encima, con más ilusión  y trabajo que  fuerza y frescura genuinos.

   La mayoría de las veces me las apaño para encontrar algo agradable que decir, aunque mi opinión del conjunto no sea muy favorable. No creo demasiado en la franqueza: una opinión sincera es en estos casos lo último que se pide. Lo cierto es que, tratándose de amigos  --de lo contrario, no tengo el menor empacho en mentir descaradamente--, y si me preguntan más allá de un vago "¿qué tal?", acaba escapándoseme algo. Lo cual, me temo, es otra de esas confianzas que más que cimentar los sentimientos de amistad los ponen a prueba.




Viajes




Andaré por aquí unos días.
Si se os ofrece algo. Ya os contaré a la vuelta. navona

Admiración


 Me gustan tanto los delirios bilingües de Andreu que  siento tentaciones  de callármelo, para que sigan siendo un secreto de iniciados.  El ingenio de Andreu es una rara joya,  no siempre fácil de apreciar. En parte porque Andreu es un tipo adusto, que huye de los elogios y de las reciprocidades que tanto funcionan en las bitácoras. En parte porque su humor introspectivo, cenizo y sarcástico nos obliga a reirnos de nosotros mismos antes de carcajearnos del mundo. Nada que envidiar a Woody Allen (al menos en los chistes de una linea.  Si aún no lo conoces, no te lo pierdas. Pero no montes tampoco demasiado ruido, no vaya a convertirse en un fenómeno de masas y se nos eche a perder.
   Para muestra, un botón:

Los ignorantes ignoran hasta su propia ignorancia, y los sabios se pasan el día repitiendo que "yo sólo sé que no sé nada". O sea, que para qué preguntar si nadie tiene ni puta idea

      © Robert Capa     


Post-scriptum: Hay en la naturaleza otras cosas admirables. No todas van a apelar al intelecto.

Despedidas

    De una manera extraña, me afectó la muerte de Javier Tusell. Por vías bastante torcidas --conocidos comunes, encuentros causales, noticias cruzadas, solapamientos laborales-- es alguien que últimamente había  aparecido en mis conversaciones con alguna frecuencia. Debo reconocer que no le he leido ningún libro, ni apenas más artículos que los que publicaba en prensa. También que le guardaba cierta antipatía desde que, al preguntarle un periodista en plena transición por qué su grueso tocho sobre La oposición democrática al franquismo no hablaba del Partido Comunista respondió secamente: "Es que los comunistas no son demócratas". Lo cual, aunque pudiera mantenerse como distinción académica, tenía mucho de error historiográfico --¿hubo  oposición seria a la derecha  del PCE?-- y de injusticia política. El tipo con cara de empollón que trajo el Guernica --siguiendo los mandados expresos de Picasso, no lo olvidemos-- no me caía demasiado bien.



      Luego le he ido leyendo cosas en prensa, con mayor curiosidad. A veces concidía con él, como en el caso de los papeles de Salamanca, y otras discrepaba --como en la descalficación personal y académica de Pío Moa, un autor que merece a gritos una réplica rigurosa y severa, pero histórica. También me llegaron noticias de su actividad, algunas que me hicieron respetarle más --su calurosa acogida a una amiga que, sin más avales que su curriculum de estudiante añosa, le solicitó que le dirigiera una tesis-- y otras, no tanto. Siempre le tuve por un trabajador incansable y eficaz, pero aunque lo hubiera dudado, ahí está el volumen de su obra.
      Leyendo estos días el Epílogo que preparó para sus memorias, volví a encontrarme con esas sensaciones agridulces. Me desagradaba esa necesidad --tan académica en el peor sentido-- de escribir apoyado en las muletas de las citas. Descubrí en cambio, una corriente de cálida humanidad y un humor negro que me trajo a la memoria algunas carcajadas que me eran familiares.

 He pasado por dos quimioterapias. Por más que tienen como consecuencia el adelgazamiento y la revitalización del pelo, no las recomiendo como métodos habituales a nadie.

Con todo, nunca hubiera llegado a escribir sobre Tusell si no fuera por la súbita muerte, brutal y temprana, de un vecino con quien compartí hace unos años responsabilidades en el Presidium de la Comunidad. Buena gente, vital, espabilado, sensato y simpático. Como me siento incapaz de articular otro pensamiento más allá del "No somos nadie", me permito ofrecerle la despedida que proponía el historiador Tusell:
¡Que usted lo pase bien!
¡Que ustedes lo pasen bien!

Mirad

Lo que encontré por ahí.














Santo del día









Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño,
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.

   
         Felix Lope de Vega Carpio





(perdón, casi se me pasa)


Addenda

Addenda


Salman Rushdie también los tiene cuadrados.


Muerte de un viajante


     "Cuando te casas, las faltas; cuando te mueres, las alabanzas".  No es que quiera traer aquí a colación los dudosos triunfos del amor tardío de Carlos y Camilla, pero tal vez habría que reformar la sección de Enlaces (en el sentido antiguo, cuando significaban bodas y peticiones de mano) de algún periódico para ajustarla mejor al refrán y convertirla en el debido contrapeso de los desmedidos elogios y los silencios cómplices de la sección de Obituarios.

     En realidad, quería hablar de Arthur Miller. Le admiré cuando leí Todos eran mis hijos o The crucible;  cuando vi en el cine alguna versión de sus Brujas de Salem y a Dustin Hoffman en Muerte de un viajante. Más aún las dos veces que he tenido
ocasión de verle sobre un escenario: otra  Muerte de un viajante con un López Váquez enorme como Willy Loman, y un El precio fantástico de una magnífica compañía argentina de la que lamento no recordar el nombre. Ahora lo hace Juan Echanove en Parla, pero se me pasó.  Le disfruté mucho cuando leí sus memorias, Vueltas al tiempo. Pero, lo que me hace  admirarle de veras fue el casarse con Marilyn. Los intelectuales suelen tener miedo de casarse con sex-symbols. En realidad, cualquiera en su sano juicio tendría miedo de casarse con una estrella de Holloywood. Pero Miller, no. Era, no sólo frente a un papel, un hombre valiente.



    (O tal vez no tanto: pregunten por Daniel).

Salto cualitativo



Si robas un jamón, tal vez seas un chorizo. Hambriento.
Si robas ochocientos cincuenta, eres un traficante.



"El mayor delito no es atracar un banco. Es fundarlo".

   (B.Brecht)


¿Inteligencia?

   La historia es espeluznante: Daryl R. Atkins, un tipo condenado a muerte en Virgina (por cargarse de ocho tiros a un congénere, tampoco lo olvidemos) logró que el Tribunal Supremo suspendiera la sentencia al considerar que el "ajusticiamiento"(la palabrejas es mía, pero castellano viejo) de un deficiente mental como Atkins --un Coeficiente Intelectual de 59-- constituía un castigo cruel. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (CCPR)  prohibe toda forma de pena cruel, inhumana o degradante, y  aconseja restringir el uso de la pena de muerte a delitos gravísismos; eso lo ha firmado EE UU. En cambio, el Segundo Protocolo Facultativo del CCPR, que dicta la abolición de la pena de muerte, EE UU no desea adherirse.
   Según parece, con los años, el contacto con los abogados y el consiguiente estímulo intelectual (más que el recibido antes en toda su vida escolar), el IQ --coeficiente intelectual-- le ha subido a Daryl a 76, lo que le convierte en candidato apto para la ejecución. "Daryl: --resuena la voz de Dios con ecos de la Milá --  has sido nominado".
   Lo que me pregunto, más allá de la suerte del pobre Daryl es:

*¿hasta cuando van a seguir creyendo que lo que mide el IQ es la inteligencia?; y sobre todo
*¿hasta cuando habrá quien siga aceptando que la pena de muerte sólo es un castigo cruel si se aplica a deficientes? hermano lobo

Como diría el Hermano Lobo: ¡Auuuuuuuuu!

  Por cierto, algunos cuestionan el Tratado para la Constitución Europea porque deja abierta una puerta falsa (en un protocolo adicional) a la pena de muerte. Y tienen razón. Pero yo, que soy de los que prefiere ver el vaso medio lleno,  me quedo con el enunciado de ese artículo II.62.2. :
            Nadie podrá ser condenado a la pena de muerte ni ejecutado.

Censura









Acababa de tragarme un nuevo episodio de los Soprano --alguien tuvo la  genial idea de regalarme la primera temporada en DVD-- cuando apareció en la tele una de esas pitonisas con teléfono 902 que colonizan las horas tontas en las cadenas locales. No sé si ésta echaba las cartas,  o escrutaba las entrañas de animales muertos. Lo que si sé es que la tipa le estaba diciendo a una mujer que llamaba.

-- O sea, ¿que tienes un bulto y estás preocupada, verdad?  Noo, pues no es nada, cariño. Son las hormonas. No te preocupes, que no va a ser nada.

Me entró tal ataque de mala ostia que deseé fervientemente que volviera alguna forma de censura que barriera de las ondas a estos estafadores desaprensivos. En realidad, deseé que un tsunami selectivo  los borrara del mapa, pero me conformo con que alguien, quien tenga la obligación de hacerlo, les impida hacer daño.



  En serio:  si creen que necesitan un vidente, al menos acudan a un profesional.


Potencias del alma (II): Entendimiento

  Una de las frase que más me puede irritar es ese "todo es relativo" que algunos --tantos-- dejan caer   con un deje de suficiencia donde solo debería haber vergüenza. En su versión más popular, la pronuncia nada menos que el tío Scar en El Rey León, con una entonación sibilina: "La verdad es taaaaan relativa". Ni os cuento cómo me pongo cuando además se acompaña de un chistecito con Einstein de por medio. Uf. Eso y lo del principio de incertidumbre de Schröedinger han alimentado, en su versión más zafia y chusquera, no sólo un buen montón de mala filosofía, sino sobre todo  una interminable colección de insensateces recubiertas de purpurina. Que vienen a ser  lo mismo. Si cualquiera de ellos levantara la cabeza, sospecho que les entrarían mas ganas de repartir ostias que al venerable Charles Darwin contra el que se inventó lo del darwinismo social como forma de enmascarar las formas más abyectas del racismo o el elitismo más rancio.

   Limitar el uso de la teoría de la relatividad, el principio de incertidumbre o la selección natural al ámbito en el que sus padres los confinaron debería ser más que una muestra de sensatez. Debería ser una exigencia de elemental respeto. Pues bien, hay montones de cosas que son relativas, opinables, e incluso cuestión de gustos. Y para ellos se hicieron los colores. Pero hay otras muchas que no lo son: en las cuestiones de hecho, existe la verdad (sí, la Verdad, una y absoluta), opuesta tanto al error como a la falsedad. No tantas verdades como personas. Ni por descontado verdades que valgan lo mismo. No, la verdad es una, y a su determinación debemos dedicar nuestros esfuerzos, como deberían hacerlo los científicos, los buenos ciudadanos y los mejores filósofos. De momento, dejemos al margen a los periodistas.
Por ejemplo, cuando un obispo dice que no se debe utilizar el condón , aunque ayude a frenar la difusión del sida, esa es una opinión, pero no es respetable, sino en primer lugar errónea y precisamente por ello combatible. El susodicho obispo (o la conferencia en pleno) sigue siendo respetable, y también lo son sus razones para sostener eso, pero su afirmación no lo es. Es ante todo falsa. Además de dañina.
   Decir semejante cosas, en los tiempos que corren, puede parecer integrismo intelectual, intolerancia moral y hasta reaccionarismo político. Pues no. Me niego: es elemental buen sentido.  La verdad existe, y sin creer en ella no hay conocimiento posible. Tal vez en muchos casos nuestras verdades sólo lo sean acompañadas de un determinado grado de probablilidad. Cierto, pero entre el 0 y el 1 (la improbabilidad absoluta y la certeza) hay infinitesimales grados. Unos mayores que otros. De hecho, no es casual que sea Scar el paladín del relativismo epistemológico, pues --como decía Teki-- son los cínicos, los delincuentes y los aprovechados los más interesados en negar la existencia de la verdad. No podría estar más de acuerdo con ella.

   Así que, puestos a caricaturizar a Einstein, prefiero quedarme con una frase suya: "Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas".  Esa sí que es una verdad como un templo. 


Ejercicio para el lunes: ¿es ésto compatible con el famoso epigrama de Mairena?

Modales










¡Qué oncorrrección!



Exclamó, desagradablemente sorprendido por los malos modales del médico que le anunciaba el diagnóstico.







Post-post: encuentro en la prensa una referencia a Ivan Noble, un periodista de la BBC que relató en una bitácora su lucha contra el cáncer. La perdió. ¿La perdió? Él creía que no.

Retazos

Hace unos días presencié una escena en un bar. Un chico y una chica, veinteañeros, trajeados de trabajo: el encorbatado hasta el pecho y ella con una bonita camisa blanca, con un botón suelto de más que dejaba abierto el balcón de su escote. Era media tarde: charlaban, sentados sobre unas banquetas en la barra, él frente a un cubata y ella atacando a morro una Coronitas. Al chico de vez en cuando se le escapaban los ojos a los pliegues de la camisa de ella, aunque los retiraba pudoroso sin demorarse, antes de que ella --debía pensar--se diera cuenta. Pero a la chica claramente no le importaba. De vez en cuando, al calor de la conversación, se inclinaban casi hasta tocarse. Bajaban entonces la voz, y sólo pude captar  retazos de la conversación.
sailorskiss
Él decía cosas como:
--Pero vives con él.
Y ella respondia:
-- No siempre es como una lo espera.
Y él:
- Mis amigos son todos tíos.
Y ella:
--Es todo tan complicado.

Y yo pensaba: "Chaval, en tu vida te lo han puesto tan en bandeja". Y ella se inclinaba un poco más, y le sonreía. Y él, la timidez pintada en el gesto, no se atrevía a aceptar el envite. "¿A qué cojones estás esperando?" --pensaba yo, mientras enterraba  la nariz en mis papeles. Y el tipo daba vueltas a la noria. Mareaba la perdiz. Y yo estaba deseando que ella se largara al baño, para decirle: "Tío: entra a matar. No te verás en otra como esta". Pero ella seguía allí en su banqueta, como si su escote no fuera una invitación y como si en realidad fuera todo tan complicado. Dando sorbos a su Coronitas y mostrándole una  sonrisa cargada de dientes blancos. Pero no fue al baño. Sólo se volvió por un instante, me miró y esa mirada infinitesimal decía:  "¿Te das cuenta? Voy a tener que hacerlo yo todo". Y yo le repliqué con un amago  de sonrisa. Así siguieron un rato.

     Cuando me iba, estaban pidiendo otra ronda.
     Espero que al tipo la segunda copa le espabilara las entendederas o le soltara las amarras. Porque sé que ella lo tenía claro. Me sentí un poco más viejo, si he de decir la verdad, pero también más sabio.Y deseaba que lo que estaba gestándose allí, ante mis ojos, llegara a dar fruto.