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Ilusiones


    Anoche, al regresar a casa tras una jornada larga de trabajo y reencuentros felices, abrazado a la promesa de una cena de besos y guacamole, me esperaba en el buzón el contrato de Primeras nieves. Que ya no se llama así, sino Los años del verdugo.
    Y sentí de nuevo la retahíla de ilusiones de esa novelita, que parece bendecida por una baraka inmerecida. La ilusión-madre de tanto tiempo aplazada de escribirla. La ilusión-sorpresa de encontrar un editor dónde sólo buscaba un lector lejano. La ilusión-folletín de las entregas que compartí aquí hace tanto tiempo (gracias). La ilusión-promesa de una tarde que aún no ocurrió en una caseta de la feria del libro. La ilusión-espejo que me devuelven los amigos que la leen. La ilusión-futuro de saber que un día la leerá mi hijo mayor --y el pequeño también-- para asomarse a los trozos remendados de la infancia de su padre.
    Y recordé que la mañana había empezado con una multa-castigo, y la tarde acababa en un contrato-regalo. Y pensé en la circularidad oronda de los días y las noches, en las asignaturas pendientes y en el sabor de los besos con guacamole. Y me sentí dichoso, sí, y afortunado.

© foto: Manuel H

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Puntualidad



    En realidad, la puntualidad es un subproducto del nerviosismo, que nos impide relajarnos mientras disfrutamos hasta apurarlos de los momentos previos al encuentro con las obligaciones.
    O puede que sea un subproducto del pesimismo, que nos lleva a pensar que todo lo que podría salir mal en el trayecto lo hará, irremisiblemente.
     Mala cosa, por tanto, la puntualidad.



© viñeta: Sir John Tenniel

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Treinta años es nada



    Febril la mirada...Joder, hace ya treinta y tres años (la edad del Cristo) que palmó el general Patascortas, y dejamos de ver su careto infecto en el dorso de las monedas, el culo de los sellos y la madre de todos los telediarios.

    Ay, treinta y tres años y aún recuerdo los lagrimones de Arias Navarro (¡los machos no lloran, carajo!) y todo lo incierto y emocionante y bueno que vino después.

    Señores, les propongo un brindis: a todo cerdo le llega su San Martín.

     Y ahora, dejemos que los muertos entierren como Dios manda a sus muertos.

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Otro mundo



    Sí. Otro mundo es posible.
    Pero está en este.
    Supongo que eso me convierte en un puto reformista.
    ¿Pasa algo?




© foto: Orianomada

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Con la musica


    A otra parte.
    Cuando descubres que en el cártel de un festival de seis días no te suena más que un nombre, (Chinarro) y encima no lo has oido, es que ya puedes ir pidiendo la jubilación (musical) anticipada.
    Au revoir, chavales.



© foto: Acuarela

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Obama 2 (y si Marx tuviera razón...)



    Lo crean o no, el otro día compré una Crítica de la economía política del único de los hermanos Marx que tenía melena y barba. Podría tirarme el rollo de que sucumbió con los restos de mi biblioteca (vid supra), pero lo cierto es que creo que nunca tuve (ni por supuesto leí) la obra completa, dos gruesos volúmenes pesaditos de cojones. Lo sé porque lo he intentado. En realidad, lo compré para gastar una broma a un amigo gay que preguntaba, joven y sobradamente preparado (aunque menos de lo que el cree, como cualquiera), "¿En qué acertó Marx? A ver ¿en qué?".

    Les ahorraré mi respuesta, aunque, creanme, fue brillante.

    El caso es que ahora que ganó Obama, pensaba en mi paralelismo entre BO y JFK, y hallaba una diferencia sustancial: Jack era rico, hijo de multimillonarios (parte de la pasta del viejo Joe la hizo importando licor en la prohibición, el resto, mejor no pregunten). Chappaquiddick también es una four-letter word chez Kennedy, pero eso es otra historia. Barry, en cambio, viene de la mezcla de un estirpe de príncipes africanos y de la working-class irlandesa: o sea, unos muertos de hambre, pero el chico era listo y estudió con becas. Así que, si Marx no se equivocó también en esto, y después de oir retazos de su discurso de victoria, me permito la frivolidad de aventar bajo esta calva pulida el rescoldo de una esperanza.

    ¿Podremos?



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La frase del mes

    
"Las ciencias dejaron de ser para nosotros un medio de buscar la verdad, y se convirtieron en un arbitrio para buscar la vida. Mutiplicáronse los estudiantes, y con ellos la imperfección de los estudios, a la manera de ciertos insectos que nacen de la podredumbre, y sólo sirven par propagarla, los escolásticos, los pragmáticos, los casuistas y malos profesores de las facultades intelectuales envovieron en su corrupción los principios, el aprecio y hasta la memoria de las ciencias útiles".

    Esta frase la atribuye Martínez Marina (Juicio crítico a la novísima recopilación, BAE, 364) a un erudito ministro del XVIII. Calculo que será Jovellanos, aunque podría ser Campomanes también (no se me ocurren muchos más ministros eruditos, y Federico Trillo aún no había nacido). Pero lo de más es la contundencia de la frase, que casaría a la perfección con buena parte de nuestro sistema universitario.
    Nihil novum sub sole, camaradas.


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Afroamericano



    Llegados ya a las vísperas del primer martes después del primer lunes de noviembre, fecha de las presidenciales en EE.UU. desde 1845 y ahora que mi reflexión seguramente no va a influir en el voto de nadie, quisiera dejar aquí un par de ideas que me rondan desde hace meses:
    La primera y principal, que no comparto el entusiasmo generalizado (sobre todo entre las izquierdas) por éste candidato. Y no es que no me guste, ni que no comparta algunas de sus posiciones (aunque hubiera preferido, con mucho tener en el oval a Bartlet o incluso a Matt Santos). Lo que pasa es que me da miedo: el último presidente jven, guapo, carismático y de origen minoritario (en su caso, católico e irlandés, que no es tampoco cosa baladí) fue JF Kennedy: un tipo con un historial admirable en materia de segregación racial, inversión educativa e incluso en algunas materias de política exterior pero que --recuerden-- fue quien estuvo a punto de detonar la guerra atómica a cuenta de los misiles rusos en Cuba.
    La otra, menor e incidental, es que no consigo quitarme de la cabeza que eso de llamar afroamericano o negro a Obama no deja de ser una muestra de racismo bastante sangrante. Porque es tan keniano negro(como su padre) como irlandés blanco de Kansas(como su madre, Shirley Ana Dunham, de la que es difícil encontrar fotos): es decir, un mulato, si me lo permiten. Tan blanco como negro, creo yo. Salvo que uno comparta el criterio (racista) de que una sola gota de sangre negra (o judía, o mora) mancha una estirpe de pureza caucásica. En serio, que me lo expliquen, porque no lo entiendo.
    Pero claro, son estas reflexiones a contracorriente las que me obligan a escribir un blogo.



© imagen: Karmapanda

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20 Minutos de terror gracias a Parques Reunidos S.A.



    Sigo con la matraca. Para posicionar en google. Ahora va la carta a 20 minutos, ésta sí más corta y publicable.


    Una historia de terror ahora que nos acercamos a Halloween. Sucedió en el parque de atracciones de Madrid aunque por desgracia es del todo real; la fecha. el pasado sábado 18. Tiene un final más o menos feliz, aunque la angustia sufrida por un padre a cargo de tres criaturas (una de ellas ajena) de sexto de primaria es la base del argumento.

    Los niños se me pierden –debían ir solos a una atracción situada a escasos 50 metros de donde estaba sentado, desde donde hubiera podido verles. Al ver que no regresan, me acerco y veo que la atracción está cerrada.
Solicito ayuda a seguridad del parque, que me remiten a información, aunque me advierten de que no se dan avisos por megafonía para ñiños de esta edad (2 de 10 años, una de 11 años). Como solución, me proponen dar aviso por radio a seguridad. 20 minutos de angustia Tardo veinte minutos en encontrarlos (aparecen sólos mientras les espero), como único adulto responsable en el lugar de cita.

    Entre medias, la amabilidad de la azafata de información que entiende mi estado de nerviosismo pero me dice que no puede hacer nada, aunque toma la descripción completa de los niños para transmitirla por walkie; la chulería de los de seguridad, mi sorpresa ante mi capacidad para no perder en ningún momento los estribos y seguir hablando de usted a todo el mundo, sin una sola palabra malsonante.

    Que quede claro: la culpa de todo la tienen los niños, que en vez de hacer lo que pactamos deciden por su cuenta ir a otra similar mucho más alejada sin informarme antes. Recibieron un buen chorreo y un castigo severo. Pero ¿no hubiera sido más sencillo emitir un único mensaje por megafonía:" L., P.y J., por favor, regresad inmediatamente al lugar donde os espera vuestro padre." Yo así lo creo. Parques Reunidos, parece que no.

    No volveré al parque (ni al de la Warner, de la misma empresa pero mucho más grande) por Halloween. Ustedes, si van, piensen en ir al menos dos adultos por cada dos niños.



© foto: Montuno

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