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Gestos



      Tal vez ya se hayan fijado, pero he visto  unas cuantas veces el momento en que Jacques Rogge, cirujano belga, antiguo regatista, presidente del Comité Olímpico Internacional, triunfador con la cara gris de los triunfadores que se saben nacidos para serlo, anunció con vez firme, mirando al tendido, jugando sutilmente con el sentido del suspense, el triunfo de la candidatura de Londres --y el fracaso, ay, de Madrid-- para organizar los Juegos Olímpicos de 2012, una brizna de inseguridad se coló por la puerta trasera de un gesto mil veces ensayado.
      Era su gran momento. Dijo: "to the city of London" (ay, qué ecos tan distintos trae hoy ese nombre) ; y por un casi imperceptible instante la mirada se le escapó, en un gesto delator, hacia el papel que tenía en las manos. Confirmó en una centésima de segundo que  era el nombre correcto, levantó de nuevo la vista y sonrió, aliviado.


     Todos, pensé, tenemos miedo a equivocarnos.


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