Gazpacho y konzerne
Hacia finales de julio hice el primer gazpacho de la temporada. Ya sé, un poco tarde, pero quedó estupendo (salvo que les repugne el comino, del que sé que abuso). El caso es que estaba dándole a la minipimer, y pensando en lo mucho que me había retrasado este año. El motivo es que en el reparto doméstico de tareas, la compra de mercado le corresponde a la Señora Hache. En mi caso, el cocinero no acude a la plaza; un pecado grave, como todo el mundo sabe. Este año, por ejemplo, me perdí los atunes también. A lo que iba: se me ocurrió entonces que seguramente ese es el problema (los costes de información y gestión) que hacen que en muchas circunstancias las empresas optaran por la integración vertical. Como saben, la concentración empresarial se denomina horizontal cuando reúne --mediante fusión, consorcio o acuerdo de cártel-- a firmas que operan con un mismo producto o gama de productos, y vertical cuando reune las distintas fases el proceso productivo: desde la materia prima hasta la venta al detall. Ahora la tendencia es más bien la contraria --el outsourcing y la subcontrata-- pero desde finales del siglo XIX hasta mediados del siguiente se consideró una solución eficiente a problemas reales. De hecho, lo sigue siendo. Todo esto, hasta que el primer triturado quedaba listo para pasarlo por el chino.
Me preguntaba R. el otro día qué tipo de cosas escribía en esta bitácora. Y le contestaba que más o menos las mismas que les contaría a mis colegas en el rato del café: comentarios de actualidad, notas de lectura, desbarres varios. Ocasionalmente, claro, intimidades que no querría compartir con nadie a quien me vaya a cruzar en un pasillo. Supongo que sólo ésas tienen sentido. El resto, me temo, es ruido.
También me acordé de que Miss Lula dijo una vez que este blogo enseña mucho. Y pensé: ¡que se joda!
0 opinan
Responde