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Coincidencias


    De las lecturas de este verano (¡ay, qué ganas de vacaciones ya!) saqué algunas notas: me hizo gracia en El buen nombre, una hermosísima novela de la hermosísima Jhumpa Lahiri que se mencionara la obsesión de una madre por contar los dedos de pies y manos del recién nacido. Algo que había pensando utilizar en alguna ocasión (me lo contó un buen amigo de su mujer), y que curiosamente también repite De Lillo (El hombre del salto), en una reflexión de un personaje secundario (144), Rumsey que se dedica a sumar los dedos de las mujeres que van con sandalias. Cuando su amigo Keith le plantea qué haría si en una de estas se topara con una mujer que tuviera nueve dedos, u once, Rumsey tarda un día en responder: "Le pediría que se casara conmigo". Poco después, un episodio de Navy, Investigación Criminal, hay un asesino en serie que devora los dedos del pie izquierdo de mujeres que se parecen a la suya...y esta acaba mostrándo a cámara un pie deforme con un enorme pulgar (y su uña debidamente lacada en rojo) más un huérfano dedo medio.
Lo curioso: a mediados de agosto, en el metro de Madrid, me topé con una mujer joven, con sandalias, en cuyo pie derecho el arranque de dos de los dedos estaba soldado, las dos primeras falanges (si es que se llaman así), dando la impresión de tener sólo nueve.
Me encantan esas coincidencias.


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Casticismos



Vas más apretada que el tornillo de un submarino.
Eres más de derechas que el grifo del agua fría.
Vas más de culo que San Patrás.
Es más corto que la picha de un virus.
Lo tienes más crudo que un chepudo en las espalderas.
Tienes más peligro que una piraña en un bidé.
Tienes más polvo que la mochila de Pocholo.
Tienes menos luces que el castillo de Drácula.
Eres más falso que un duro de madera.
Más falso que un amigo del facebook.

And so on.
And so forth.

¿Algún favorito propio?


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Proceso



(Hablando de la poca geografía que saben los estudiantes de secundaria hoy):


Tendemos a dar más importancia a lo que otros ignoran cuando nosotros lo sabemos...y a minimizar la de nuestras propias ignorancias.

Simplificando:

Tendemos a sobreestimar la ignorancia cuando es ajena, y a subestimarla cuando es propia.

Simplificando:

Dime de qué dices que carecen y te diré de que crees poder presumir.


Y es que donde menos lo esperas, saltan un nostálgico del bachillerato antiguo.




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