Encuentros
En una visita primaveral a mis muertos, alguien sale de una puerta metálica empotrada en un muro alto de ladrillos. Alzo la vista, y veo pasar a un hombre orondo, cumplidos los sesenta y algunos, de buena panza y pasos cortos, melena canosa y tocado con una kipá azul. Me lanza una sonrisa franca, que contrasta con el blancor de dentadura postiza, y me desea:
--¡Por muchos años! --y ante mi cara de desconcierto, añade-- Que siga teniéndola o teniéndole en el recuerdo.
Una mínima muestra de complicidad humana que me alegra el día.
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1 opinan
Que bonito! (Aunque parezca cursi, me lo parece). :D
peke a las 7:52 p. m.Responde