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Los viejos no bailan country




    No creo haberlo contado aquí, pero tengo algunos problemas con los hermanos Coen. Quiero decir, con sus películas. El primero es el mismo que tengo con Tarantino, y tiene que ver con su tratamiento de la violencia: tanta distancia ponen, que tiendo a pensar que la trivializan, y a mi el caso es que la violencia no me parece un tema para muchas trivializaciones. Claro que con Tarantino el juego es tan brutal, tan claramente pasado de rosca, que sólo puede ser irónico (o psicopático). Así que prefiero pensar que es irónico. Los Coen, en cambio, están más en la cuerda floja. Como comprenderás, es un problema ético, no estrictamente cinematográfico.
    En lo que se refiere a su cine, en general me encanta porque arriesgan, a menudo de una peli a otra, como casi nadie en Hollywood ahora mismo. Creo que nadie. Son un poco como Almodóvar pero sin mundo propio y con mucho mejores guiones. Lo malo de arriesgar es que a veces aciertas (Fargo), otras la cagas (El hombre que nunca estuvo allí, Barton Fink), y otras acabas haciendo películas de culto (El gran Lebowski y, en mi opinión, O' Brother).
    El caso es que hace poco vi Un tipo serio: lo pasé estupendamente, algo sorprendido de que la sala apenas riera los lamentables disparates que le iban ocurriendo a uno de los desconcertados más creíbles que he visto en una pantalla. Después, tiré de DVD para recuperar alguna vieja gloria (Arizona baby, que envejece con gracia y dignidad), más alguna que se me había pasado (No es país para viejos), y ando detrás de Quemar después de leer.
    No country for old men se me había pasado, y debería lamentarlo, porque la peli es fascinante desde el mismo arranque. Aunque tenga algunas lagunas en la historia (o quizás gracias a eso). Bardem está que se sale (ese Anton Chigurh con su botellita de gas es un malo de antología)y uno de los protagonistas --el pobre vaquero que encuentra al diablo en forma de maletón (satchel) lleno de billetes del que se resiste a desprenderse-- tiene un nombre de lo más extraño: Llewelyn. Hubiera dicho que era puro far west, pero no sentí la curiosidad de averiguarlo. Hasta que se me cruzó de nuevo el nombre en un texto sesudo (The power and the word, de Roger Andersen): Llywelyn, el último príncipe (auténtico) de Gales.

    El título del post se lo tomé prestado a Buenafuente.

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