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Apocalipsis del alma

      Los evolucionistas pardos, como el maestro Panglós, creen que todo lo que existe en el mundo natural tiene un sentido.  Que cumple una función, que es útil, y puede ser explicado a partir de aquello para lo que sirve. Se afanan en buscar ese sentido. Otros creemos que todo lo que existe en la naturaleza tiene un origen, que tal vez incluso seamos capaces de explicar, pero no necesariamente una finalidad.
    Pensaba en estas cosas hace unas semanas, a propósito del miedo.  Un sentimiento atroz, omnívoro, paralizante, que todos quisiéramos apartar de nuestro ánimo. Es obvio que tiene ventajas adaptativas --aunque también, en contextos distintos, la audacia-- pero también que puede jodernos la vida. Luego me dio por pensar que el miedo constituye, junto con la culpa, la tristeza y la angustia, el cuarteto de los jinetes del apocalipsis del alma. O del ánimo, si lo prefieren.

   Por eso escribí sobre ellos. Se lo digo por si alguno de mis escasos (y por eso más apreciados) lectores se ha inquietado por mi estado de ánimo. No había motivo; estaba reflexionando,  tan sólo.
Durero

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