Potencias del alma (II): Entendimiento
Una de las frase que más me puede irritar es ese "todo es relativo" que algunos --tantos-- dejan caer con un deje de suficiencia donde solo debería haber vergüenza. En su versión más popular, la pronuncia nada menos que el tío Scar en El Rey León, con una entonación sibilina: "La verdad es taaaaan relativa". Ni os cuento cómo me pongo cuando además se acompaña de un chistecito con Einstein de por medio. Uf. Eso y lo del principio de incertidumbre de Schröedinger han alimentado, en su versión más zafia y chusquera, no sólo un buen montón de mala filosofía, sino sobre todo una interminable colección de insensateces recubiertas de purpurina. Que vienen a ser lo mismo. Si cualquiera de ellos levantara la cabeza, sospecho que les entrarían mas ganas de repartir ostias que al venerable Charles Darwin contra el que se inventó lo del darwinismo social como forma de enmascarar las formas más abyectas del racismo o el elitismo más rancio.
Limitar el uso de la teoría de la relatividad, el principio de incertidumbre o la selección natural al ámbito en el que sus padres los confinaron debería ser más que una muestra de sensatez. Debería ser una exigencia de elemental respeto. Pues bien, hay montones de cosas que son relativas, opinables, e incluso cuestión de gustos. Y para ellos se hicieron los colores. Pero hay otras muchas que no lo son: en las cuestiones de hecho, existe la verdad (sí, la Verdad, una y absoluta), opuesta tanto al error como a la falsedad. No tantas verdades como personas. Ni por descontado verdades que valgan lo mismo. No, la verdad es una, y a su determinación debemos dedicar nuestros esfuerzos, como deberían hacerlo los científicos, los buenos ciudadanos y los mejores filósofos. De momento, dejemos al margen a los periodistas.
Por ejemplo, cuando un obispo dice que no se debe utilizar el condón , aunque ayude a frenar la difusión del sida, esa es una opinión, pero no es respetable, sino en primer lugar errónea y precisamente por ello combatible. El susodicho obispo (o la conferencia en pleno) sigue siendo respetable, y también lo son sus razones para sostener eso, pero su afirmación no lo es. Es ante todo falsa. Además de dañina.
Decir semejante cosas, en los tiempos que corren, puede parecer integrismo intelectual, intolerancia moral y hasta reaccionarismo político. Pues no. Me niego: es elemental buen sentido. La verdad existe, y sin creer en ella no hay conocimiento posible. Tal vez en muchos casos nuestras verdades sólo lo sean acompañadas de un determinado grado de probablilidad. Cierto, pero entre el 0 y el 1 (la improbabilidad absoluta y la certeza) hay infinitesimales grados. Unos mayores que otros. De hecho, no es casual que sea Scar el paladín del relativismo epistemológico, pues --como decía Teki-- son los cínicos, los delincuentes y los aprovechados los más interesados en negar la existencia de la verdad. No podría estar más de acuerdo con ella.
Así que, puestos a caricaturizar a Einstein, prefiero quedarme con una frase suya: "Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas". Esa sí que es una verdad como un templo.
Ejercicio para el lunes: ¿es ésto compatible con el famoso epigrama de Mairena?
Limitar el uso de la teoría de la relatividad, el principio de incertidumbre o la selección natural al ámbito en el que sus padres los confinaron debería ser más que una muestra de sensatez. Debería ser una exigencia de elemental respeto. Pues bien, hay montones de cosas que son relativas, opinables, e incluso cuestión de gustos. Y para ellos se hicieron los colores. Pero hay otras muchas que no lo son: en las cuestiones de hecho, existe la verdad (sí, la Verdad, una y absoluta), opuesta tanto al error como a la falsedad. No tantas verdades como personas. Ni por descontado verdades que valgan lo mismo. No, la verdad es una, y a su determinación debemos dedicar nuestros esfuerzos, como deberían hacerlo los científicos, los buenos ciudadanos y los mejores filósofos. De momento, dejemos al margen a los periodistas.
Por ejemplo, cuando un obispo dice que no se debe utilizar el condón , aunque ayude a frenar la difusión del sida, esa es una opinión, pero no es respetable, sino en primer lugar errónea y precisamente por ello combatible. El susodicho obispo (o la conferencia en pleno) sigue siendo respetable, y también lo son sus razones para sostener eso, pero su afirmación no lo es. Es ante todo falsa. Además de dañina.
Decir semejante cosas, en los tiempos que corren, puede parecer integrismo intelectual, intolerancia moral y hasta reaccionarismo político. Pues no. Me niego: es elemental buen sentido. La verdad existe, y sin creer en ella no hay conocimiento posible. Tal vez en muchos casos nuestras verdades sólo lo sean acompañadas de un determinado grado de probablilidad. Cierto, pero entre el 0 y el 1 (la improbabilidad absoluta y la certeza) hay infinitesimales grados. Unos mayores que otros. De hecho, no es casual que sea Scar el paladín del relativismo epistemológico, pues --como decía Teki-- son los cínicos, los delincuentes y los aprovechados los más interesados en negar la existencia de la verdad. No podría estar más de acuerdo con ella.
Así que, puestos a caricaturizar a Einstein, prefiero quedarme con una frase suya: "Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas". Esa sí que es una verdad como un templo.
Ejercicio para el lunes: ¿es ésto compatible con el famoso epigrama de Mairena?
1 opinan
Sin entrar en la discusión sobre la Verdad, que muchos han discutido sin llegar nunca a un acuerdo, creo que, haciendo honor a la verdad, el principio de incertidumbre es de Heisenberg (para que no se revuelva en su tumba y eso)
Anónimo a las 4:01 p. m.Ah, y las hostias van con h, salvo que quieras decir ostras
Saludos
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