Silencio
A los jesuitas con los que no me eduqué les gustaba repetir que uno es esclavo de sus palabras y amo de sus silencios. A mi, que soy fan de las palabras, me parecen frases altisonantes propias del maniacos del control y que nada sustituye al verbo en la comunicación. El silencio (y ese silencio cicatero, temeroso y prudente es el peor de todos), me parece una virtud francamente sobrevalorada. Que sólo tiene sentido cuando ya se ha dicho todo, y sólo si es para detenerse a mirar directamente a los ojos al de enfrente.
Y no estaba pensando, no especialmente, en estos minutos de silencio tan a la moda del día.
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