Tres patitos
Escribir esta bitácora me ha proporcionado grandes satisfacciones:
*demostrar a esos capullos de la oficina que se cachondean de mis ocurrencias a la hora del café que hay gente (ustedes) a quienes inexplicablemente les interesan;
*averiguar cómo se buscan con Mr. Google imágenes en escala de grises;
*disminuir mi ya prácticamente inapreciable productividad laboral a niveles francamente vergonzosos;
*aliviar mi soledad ambiental en los raros viajes fuera de la cueva;
*comprobar cuántas erratas caben en un texto tan breve;
*localizar tres o cuatro servidores de fotos francamente fantásticos;
*ser invitado a desternillantes quedadas (donde todo el mundo acaba follando, salvo los de siempre, claro);
*ratificar que --una vez más-- el tamaño importa, y que a muchos les resulta ofensiva una lista de enlaces tan corta;
*acabar de convencer a mi Santa de que me falta un hervor (o dos);
*afinar mi pericia con los adverbios y los sinsentidos;
*comprobar que hay gente más pirada que yo, pero también otra mucho más lista (y aprender de toda ella);
*hacer algun@s amig@s, con A mayúscula y conocer a mucha gente interesante (dije interesante, Maruxiña, no estresante);
Por eso, en la número 222 de estas Ideas Brillantes, quería daros las gracias a todas las personas que las leeis, y más a los que las comentáis (incluidos los robots), dedicar un recuerdo a algunas que venían por aquí y ya no vienen (snif), suplicaros (de rodillas, si hace falta) que no me abandonéis y que traigáis a vuestros amigos de visita, y aclarar de una vez por todas que los brillos a los que alude el título de esta bitácora son meramente externos. Craneales, vamos.
Besos y abrazos, compañer@s. De corazón.
*demostrar a esos capullos de la oficina que se cachondean de mis ocurrencias a la hora del café que hay gente (ustedes) a quienes inexplicablemente les interesan;
*averiguar cómo se buscan con Mr. Google imágenes en escala de grises;
*disminuir mi ya prácticamente inapreciable productividad laboral a niveles francamente vergonzosos;
*aliviar mi soledad ambiental en los raros viajes fuera de la cueva;
*comprobar cuántas erratas caben en un texto tan breve;
*localizar tres o cuatro servidores de fotos francamente fantásticos;
*ser invitado a desternillantes quedadas (donde todo el mundo acaba follando, salvo los de siempre, claro);
*ratificar que --una vez más-- el tamaño importa, y que a muchos les resulta ofensiva una lista de enlaces tan corta;
*acabar de convencer a mi Santa de que me falta un hervor (o dos);
*afinar mi pericia con los adverbios y los sinsentidos;
*comprobar que hay gente más pirada que yo, pero también otra mucho más lista (y aprender de toda ella);
*hacer algun@s amig@s, con A mayúscula y conocer a mucha gente interesante (dije interesante, Maruxiña, no estresante);
Por eso, en la número 222 de estas Ideas Brillantes, quería daros las gracias a todas las personas que las leeis, y más a los que las comentáis (incluidos los robots), dedicar un recuerdo a algunas que venían por aquí y ya no vienen (snif), suplicaros (de rodillas, si hace falta) que no me abandonéis y que traigáis a vuestros amigos de visita, y aclarar de una vez por todas que los brillos a los que alude el título de esta bitácora son meramente externos. Craneales, vamos.
Besos y abrazos, compañer@s. De corazón.
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