Caseta
Al otro lado de la barrera, la Feria del Libro se ve igual de hermosa, abigarrada y absurda. Estuve firmando ejemplares el domingo por la mañana, bendecido por un tiempo tibio, bien acompañado por las mujeres de 451, ansioso y feliz. Me imaginaba sumergido en un acuario, sin parar de charlar con los parientes y amigos --muchos-- que se habían acercado, y firmando dedicatorias como si no hubiera hecho otra cosa en la vida. Sin dejar a la vez de observar con ojos de pez a los viandantes, los remolones que curioseaban a ver quien era el firmante, las curiosas que remoloneaban tratando de recordar si era famoso de la tele (demostrable), a las que ni siquiera se detenían, a los que se detenían a mirar un escote, a los que se atrevían a tomar el libro, voltearlo, examinarlo y luego volverlo a depositar en el montón atroz de lo por vender.
El montón fue bajando a lo largo de las dos horas que anduve por allí. Gracias sobre todo a los amigos y parientes --muchos-- que se habían tomado en serio mi invitación a acompañarme a la fiesta. También vendí un par de ejemplares a desconocidos, y hablé con una lectora entusiasta a la que le estaba encantando el libro. Una gozada, la verdad.
Aunque entiendo que haya quien sufre en este ritual de las firmas. Los he visto. Y me repetí, para que no se me olvide, que tener lectores debe de estar muy bien, pero es mucho mejor tener amigos.
© foto: Cuatrojos
Etiquetas: A nuestro alrededor, Primeras nieves, Sentimientos
2 opinan
Me encanta que te haya gustado la experiencia. Bicos.
peke a las 8:54 p. m.¿Sabes? A la inversa también funciona.
Nuala a las 2:32 a. m.Conocer a escritores está bien.
Tener amigos que escriben, es mejor.
:)
A mí también me encantó tu libro, por cierto. :)
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