Tolerancia
Ya sé que hoy tocaba hablar de fútbol, pero tiempo habrá. A cambio, memeteré en otro de los tres charcos que los manuales de urbanidad vetan como tema de conversación en sociedad: la religión.
No soy muy partidario del vocablo tolerancia, aunque se va imponiendo. No significa exactamente lo contrario que su contrario, la intolerancia, y encierra un no se qué condescendiente hacia el "tolerado". Me cuadra mejor hablar de respeto. Pero esto, como tantas otras cosas, son manías de uno y hay que plegarse a los usos comunes, porque al final la del lenguaje es una de las mejores democracias que nos quedan. Mal que les pese a algunos academicos pedorros y periodistas pedantes .
El sábado, en Informe Semanal, escuché a un portavoz-pez gordo o lo que sea de la CONCAPA -- el brazo no consagrado de la enseñanza clerical en España-- pidiendo presencia de la religión en la escuela (y defendiendo de paso la Ley Castillo), como corolario lógico de su peso en la sociedad. Pero donde se le vio el plumero a este predicador de la tolerancia hacia el hecho religioso fue al pretender incluir --ecuménicamente-- a otras confesiones en el paquete. Para todos los hombres de fe. Todos, dijo, "sean tibetanos, mahometanos o católicos". Literalmente.
Con estas orejas que se ha de comer la tierra, lo oí. Si no me creen, alguien debe tenerlo grabado.
Lo mismo tienen que leerlo dos veces para encontrar el gazapo.
A mí casi se me pasa cuando lo oí.
Y estos son los que claman por el respeto a la religión.
Me van a perdonar un exabrupto muy trillado, pero es que ¡manda huevos!.
Por cierto, ¿sabrán estos pavos que Dios en persona tiene una bitácora, y no le tenemos precisamente contento?
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