Censura
Acababa de tragarme un nuevo episodio de los Soprano --alguien tuvo la genial idea de regalarme la primera temporada en DVD-- cuando apareció en la tele una de esas pitonisas con teléfono 902 que colonizan las horas tontas en las cadenas locales. No sé si ésta echaba las cartas, o escrutaba las entrañas de animales muertos. Lo que si sé es que la tipa le estaba diciendo a una mujer que llamaba. -- O sea, ¿que tienes un bulto y estás preocupada, verdad? Noo, pues no es nada, cariño. Son las hormonas. No te preocupes, que no va a ser nada. Me entró tal ataque de mala ostia que deseé fervientemente que volviera alguna forma de censura que barriera de las ondas a estos estafadores desaprensivos. En realidad, deseé que un tsunami selectivo los borrara del mapa, pero me conformo con que alguien, quien tenga la obligación de hacerlo, les impida hacer daño. En serio: si creen que necesitan un vidente, al menos acudan a un profesional. |
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