<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d6937146\x26blogName\x3dIdeas+brillantes\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://ideasbrillantes.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://ideasbrillantes.blogspot.com/\x26vt\x3d-7417641204195255112', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

« Home | Next » | Next » | Next » | Next » | Next » | Next » | Next » | Next » | Next » | Next »

Pionero


De un país lejano, hace más de tres décadas, mi padre nos trajo unas mochilas para llevar los libros y cuadernos escolares.  Capaces, de tiras anchas, con cremallera larga, de  resistente tejido sintético y colores fosforencentes: amarillo y naranja, como los chalecos reflectantes.  Nunca se había visto nada igual en mi barrio. Las llevamos al colegio con la ilusión de estrenar, y la fascinación de lo
extranjero, cuando los mercados no eran uno sólo y España ni siquiera soñaba con ser un país rico. Seguros de que daríamos la campanada, y los compañeros se morirían de envidia.

    Más bien se murieron de la risa.  Aferrados a sus carteras escolares de asas reforzadas, semejante invento les parecía ridículo. Y lo dijeron. Alto y claro, como saben hacerlo los niños.
    Por alguna razón --no sólo por la comodidad, más bien por lealtades y orgullos-- seguimos llevándolas hasta que se cayeron a tiras. Algún otro compañero --algún otro padre viajero--  empezó a llevar la suya.
   Muchos años después, cuando casi ningún escolar carga ya con una cartera, sigo usando mochila para llevar mis cosas. Y recuerdo oir a una conocida que, tras una estancia en una universidad gringa, reconocía sorprendida:
--Es muy cómodo. Ahora entiendo por qué la usas.


   Yo he sentido el vértigo del pionero. Créanme, no se lo deseo a nadie. Créanme, daría lo que fuera por repetir.

Etiquetas: ,

0 opinan

Responde