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Apócrifos

    Hace un tiempo, Doc Vendell nos recordaba que Voltaire nunca escribió la famosa frase que suele ponerse en su pluma:   No estoy de acuerdo con lo que dices pero daría la vida por defender tu derecho a decirlo -- (o cosa por el estilo). Aunque  sí dijo  algo bastante parecido en una carta, según parece.

    Me llama la atención este tipo de falsa moneda que son las frases apócrifas. A diferencia de la de  la copla, van de mano en mano, pero son muchos quienes se las quedan.  Una de las primeras que me llamó la atención eran unos versos que corrieron mucho --al menos en  círculos -- en mi juventud, bajo la forma de pegatinas, pósters y hasta camisetas. Eran todo un llamado al activismo:





Primero se llevaron a los comunistas
pero a mi no me importó porque yo no lo era.

Enseguida se llevaron a unos obreros
pero a mi no me importó, porque yo tampoco lo era.

Después detuvieron a los sindicalistas
pero a mi no me importó porque yo no soy sindicalista.

Luego apresaron a unos curas
pero como yo no soy religioso tampoco me importó.

Ahora me llevan a mi, pero ya es tarde.






    Solían atribuirse a Bertolt Brecht, un autor que yo conocía medianamente bien (porque me gustaba mucho). Me extrañaba que, siendo suyos, no figurasen en las antologías, sobre todo aquella magnífica Poemas y canciones, traducida al alimón por Vicente Romano y Jesús López Pacheco. Me extrañaba aún más que Brecht, tan aficionado a escribir en primera persona, se negara como comunista, cuando lo era hasta las cachas. Tiempo después, indagando, averigüé que los versos eran con mucha probabilidad obra de un clérigo antinazi: Martin Niemoller. Según parece de 1945, una fecha menos comprometida que los muy tempranos poemas antihitlerianos de Brecht. Tampoco está muy claro qué dijo exactamente. Aún asi, no me jugaría la mano de escribir --aunque creo que Kofi no me dejaría mal.

   Otra, con más padres aún es ésta: Si lloras porque no puedes ver el sol, las lagrimas te impediran ver las estrellas.
  Ha sido atribuida, por ejemplo, a Violeta Parra, a un tal John Calle, presentada como un proverbio japonés o, más frecuentemente, obra de Rabindrath Tagore. La frasecita tiene un punto cursi, aunque no es mal mensaje para momentos de tribulación. De ésta aún no sé quien la dijo, a diferencia de aquella con la que suelo  relacionarla --afinidades de impotencias y  estrellas--, que era de Flaubert: La palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas

Cierto que  los hechos son testarudos.  He aquí una frase que me encanta --será que entre testarudos debemos llevarnos bien--   que corre bajo diversas paternidades. Octavio Paz se la adjudicaba a Lenin (algo común en el ámbito francés), y también la he visto atribuida a Marx (el contagio es fácil), aunque al parecer la puso por escrito uno de los padres de la patria norteamericana (y presidente USA), John Adams. Puede que fuera ya antes una expresión más o menos popular, y Mark Twain -- antes que Lenin-- ya la había manipulado en su particular cruzada contra los estadísticos: Los hechos son tozudos, pero las estadísticas son algo más flexibles.
   

Lo que demuestra que los hechos tal vez sean testarudos, pero no siempre son fáciles de limpiar (lo que me recuerda que ahora debo ir a fregar los platos).

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