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Primeras nieves (y 3)





    Aquella tarde, cuando acabamos de tirar bolas y volvimos extenuados, no estaban los Padres en la casa. Nos esperaba la tía Mari, que nos preparó una de esas tortillas de patata tan jugosas, nos avió para la cama y nos dijo que los Padres habían tenido que irse a un recado y que ya nos lo explicarían. Nos leyó un cuento de los hermanos Grimm – El señor Sabelotodo, me acuerdo perfectamente—y nos dio ella el beso de buenas noches.
    Jonás se subió un rato a mi cama, como solía hacer antes de dormir.

--Qué pena que no esté mamá. –dijo.
--Y eso ¿por qué?
--Para haberle contado todo lo que hemos hecho en el descampado.
--Jo. Menuda batalla de bolas.
--El pelotazo que se llevó Joserra, que se sacaba la nieve de los calzoncillos. –se rió.
Luego se quedó callado.

--Pero lo del pitillo, mejor no se lo decimos ¿verdad?

    Le iba a pegar un almohadazo, pero lo pensé mejor. No tenía muchas ganas de charlar, tampoco.


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