Las muchachas de las niñas
La primera parte de estas memorias está poblada de personal de servicio. De hecho, en la segunda página ya aparece, aunque sin nombre, la primera de todas: el ama de cría, una gallega venida de la aldea de Lugo para suplir a la madre que no podía amamantar. Y poco después salta a Miss Nora, la nanny irlandesa que la cuidó entre los tres y los siete años.
Luego, cuando el retrato se aleja de la niñez las criadas van perdiendo visibilidad, pero nunca dejan de estar ahí. Ni siquiera cuando, a comienzos de 1937, en plena guerra, se alojan en una "casita muy modesta" [413] en Serra, una aldea a unos veinte kilómetros de Valencia, que carecía de electricidad y agua corriente. Cuando salen de allí, en noviembre del mismo año, Connie se deja llevar por una evocación nostálgica de los flices días pasados. Pero nos aclara también que cargó en el coche todos sus pertenencias, "ayudada por las dos sirvientas" [439], a las que imaginamos que no invitaron a acompañarles. Tampoco faltó el servicio en su siguiente alojamiento, la gran casa de Pedralbes (Barcelona) que comparten, con toda frugalidad al parecer, con otros aviadores republicanos y sus familias en 1939. Cuando salen de allí, nos enteramos de que tenían una "muchacha", pero también una cocinera y una lavandera [494]. Todas sollozan amargamente cuando deben evacuar la plaza.
Como decía Brecht, una pregunta para cada historia.
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