Espacios y tiempos
"Ah, la felicidad corteja la luz, por eso consideramos que el mundo es alegre, pero la miseria se esconde en lo más recóndito, por eso creemos que no existe".
Eso lo escribe el abogado sin nombre patrón de Bartleby, el escribiente. O sea, Herman Melville por su mano. Alguna vez me detuve a pensar lo distinta que es esta ciudad según quién y cuándo la frecuente: una urbe sin niños, cuando se hacen los horarios del estudiante y las noches de copas; un lugar poblado de enfermos cuando nos toca visitar con asiduidad el hospital o los centros de salud; un espacio sin atascos cuando se va en metro, y con pocos inmigrantes si se va en coche a todas partes. Lo que manda no es el cristal con que se mira, sino cuándo y desde dónde se mire.
No tengo claro que la felicidad corteje la luz, pero tal vez sea cierto que la miseria la huye: túneles, luz fluorescente a pleno día, pisos bajos en patios interiores, talleres clandestinos o mazmorras lóbregas en sótanos húmedos (¡cómo molan las esdrújulas!).
Todo esto tenía algún sentido. Pero, sinceramente, ahora no recuerdo cuál.
© foto: Tremenduska
Etiquetas: Culturas, Reflexiones
2 opinan
Por un momento, me hiciste acordar a las ciudades invisibles de Calvino.
Anónimo a las 12:43 p. m.O a lo mejor es que los invisibles somos nosotros...
Y no digamos las sobreesdrújulas (piensa y acertarás)
Anónimo a las 11:28 a. m.Como sea, es verdad lo de a luz, una que yo me sé (que es más tópica que un vasco levantando piedras) se pone ridículamente melancólica si llueve tres días seguidos. Ya ves, demasiada literatura, quizá.
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