Dinero (2)
--¿Por qué dijo el Padre que parece que no te guste que le vayan bien las cosas, Mari? --le pregunté mientras nos arropaba en la cama, después de contarnos un cuento del libro gordo de los Hermanos Grimm: el de los tres pelos de oro del Diablo, uno de mis favoritos.
--No es que no me guste, corazón. Me gusta, pero me acuerdo de vuestra madre, que estará allí triste, y me da coraje que podamos estar contentos y ella no esté aquí con vosotros para verlo.
--Ella también se pondrá contenta cuando lo sepa ¿no? –respondí.
Jonás se había quedado pensativo.
--Mari, –dijo al fin-- ¿tú crees que si devolvemos el Scalextric mamá volverá antes?
La tía no respondió, pero le dio un abrazo de esos de estrujar, le llamó tonto y salió corriendo del cuarto.
--¿Ves como eres tonto, Microbio?
Luego me dio un almohadazo, y empezó la guerra, como casi todas las noches. Sólo que aquella vez no entraron a abroncarnos ni el Padre, que había salido, ni la tía Mari.
© foto: Otto Ubbelohde
Etiquetas: Primeras nieves, Relatos
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